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Lima no puede parar: El paro de transportistas y la importancia de la movilidad en Lima

By 10 de agosto de 2011 No Comments

El 13 de julio, en Lima, tuvimos el primer paro de transportistas en lo que va de la nueva gestión municipal. Fue acatado por un importante número de operarios de transporte en contra de las medidas impulsadas por la Municipalidad de Lima para reordenar el transporte público. En este día movilizarse en la ciudad fue difícil para muchos limeños. Para entender un poco más sobre las consecuencias de este paro y por qué necesitamos verlo desde un nuevo enfoque, les invitamos a leer este artículo que nos permite ver en la movilidad uno de los problemas centrales de nuestra ciudad.

Yo paro, tú paras, nosotros paramos, pero LIMA no puede parar

Son las seis de la mañana y mucha gente, más de la que te imaginas, ya salió de sus casas y busca un medio de transporte para llegar a su trabajo. Algunos incluso lo han hecho más temprano porque les esperan dos horas de viaje y un par de trasbordos. El transporte público de buses es el medio más usado para desplazarse por la ciudad: 51.5% de los viajes de la ciudad de un total de 16.5 millones de viajes diarios, seguido por 25.4% de los viajes peatonales (ambos porcentajes son altísimos en comparación con los recorridos que se realizan en autos privados (11.2%) y en taxis (5.5%), según el Plan Maestro de Transporte Urbano para Lima y El Callao.

Esto demuestra el inmenso poder que tienen los operadores de buses, coaster y combis, pues es de quienes depende que la mayoría de los ciudadanos puedan ir a sus trabajos o centros de estudios, en suma, que puedan moverse por la gran Lima. A ese poder es al que tanto miedo se le tiene y el que ha logrado evitar la gran reforma que necesita el transporte público colectivo. Un paro siempre ha sido sinónimo de caos, de violencia y de marcha atrás. Así, desde que en 1991 Fujimori liberalizó el transporte (como alternativa a los desempleados, producto de las privatizaciones) nadie se atrevió a enfrentar este problema y a poner en orden el transporte masivo de personas, que es un servicio público.

¿Cómo funciona el transporte público colectivo en Lima?

La socióloga Claudia Bielich hizo una minuciosa explicación de cómo funciona el sistema de transporte en Lima. Planteado de forma clara y breve se puede decir que las reglas actuales permiten que existan “empresas paraguas” que alquilan cupos a propietarios de vehículos que a su vez alquilan sus unidades a choferes (y cobradores). Se trata de una estructura de comisiones en la que las responsabilidades se diluyen perjudicando al usuario pero, ojo, también a los conductores y choferes.

Y aquí debemos detenernos. Las condiciones actuales del sistema laboral (horarios larguísimos, sin sueldos fijos, seguro médico ni aportes a pensión) en el que se encuentran los choferes y cobradores, sumadas a la estructura de la ciudad (infraestructura deficiente, reglas que no se cumplen y la inexistencia de un lenguaje común entre los actores), determinan el comportamiento de los choferes. No es que manejen mal porque les gusta, manejan mal pues se ven “obligados” a hacerlo así. Si no “hacen carrera” no ganan el pasajero y dejan de ganar el sol del pasaje (este fenómeno se conoce como la “guerra del centavo”). Si no meten el carro no avanzan, si no cierran a los otros carros se atracan, y si se atracan pierden pasajeros. Es la captura de ese pasajero lo único que importa, a como dé lugar.

La estrategia de la Municipalidad Metropolitana de Lima incluye la reordenación del transporte público, que implica racionalización de rutas y el famoso sistema del Bus Patrón, sumado al fondo para el chatarreo. Esto es un avance importantísimo, ya que permite ordenar las unidades (color, nomenclatura, horarios, etcétera), organizar a las empresas (esto debería mejorar las condiciones laborales de los operadores), sancionar las faltas y disminuir el alto impacto en la contaminación ambiental (tecnología EURO 4).

Eso sí, no se puede dejar de reconocer que el sistema actual, con todos sus problemas e incomodidades, resuelve la necesidad de moverse. Como bien dice Pau Avellaneda, investigador catalán en movilidad y transporte público, las combis cumplen una importante función social. Así no le guste a nadie, llegan a dónde no llega nadie y a dónde tampoco quiere llegar nadie, pues la demanda de pasajeros no es tanta. Lima es tan grande que un sistema de transporte rápido de buses, como el Metropolitano, no puede cubrirla, es económicamente inviable. Por eso es que el sistema debe ser complementado con el actual sistema de transporte, eso sí, reordenado. Naturalmente, una política apropiada de concesiones que permitan empaquetar rutas buenas con rutas malas o que impliquen el menor subsidio (como ocurre en otros países) es una alternativa que incentivaría a los privados a prestar el servicio en los lugares más alejados, complicados y menos rentables.

Lima tiene que dar el salto, pero esto no es suficiente

El cambio no se hace con las nuevas unidades, el cambio debe darse en nuestras mentes. Tenemos que dejar de hablar de transporte y empezar a hablar de movilidad. No es un simple cambio de palabras, pues hablar de movilidad implica cambiar el chip. El chip de las autoridades, de los líderes de opinión y de todos los ciudadanos, toditos. Cuando el enfoque es de movilidad, la principal preocupación son las necesidades de las personas, las motivaciones por las cuales nos movemos por la ciudad y la prioridad, señoras y señores, está en el peatón, el ciclista y el transporte público colectivo. Así las cosas, las inversiones deberían darse no en by passes o vías expresas sino en mejoras en el sistema de transporte masivo (Metropolitano, sistema de buses, tren eléctrico) y, urgentísimo, en brindar adecuadas condiciones a los peatones (y ciclistas, como bien está haciendo el Programa Especial Metropolitano de Transporte No Motorizado de la MML, al establecer el Ciclodía en la Av. Arequipa). Recuerden, aquellos que reclaman las multas a los peatones, que no se puede exigir deberes sin antes otorgar derechos. Si las inversiones se hacen a favor de la movilidad, las personas usarán el sistema masivo con tranquilidad, el uso del auto privado disminuirá y los taxis se convertirán en lo que siempre han debido ser, un medio de transporte eventual.

Segundo, se debe trabajar (y normar) para tener un sistema de movilidad integrado. No basta, aunque es un primer paso, que la tarjeta que se use para el Metropolitano pueda usarse para el Tren Eléctrico. Una verdadera integración implica una única tarifa (por fracciones según trayecto, claro que sí) para rutas alimentadoras y troncales del Metropolitano y para las rutas del tren. Implica que las rutas sean complementarias entre sí y que las estaciones permitan y faciliten los trasbordos. Solo de esta manera podremos decir que nuestra movilidad ha evolucionado.

Aunque aún no se crea, la movilidad es un derecho y como tal, puede y debe ser exigido. Sin eso no se puede hablar de mejorar la calidad de vida en Lima.

Ahora bien, el cambio también está en nuestras manos. No apoyar el paro ni las medidas de fuerza que se han anunciado, buscar medios alternativos de movilidad, compartir el vehículo en el caso de aquellos que tienen uno y, en el caso del sector privado, ser flexibles con las tardanzas que sus colaboradores puedan tener producto de la ausencia de unidades. Estamos en un momento de reforma que requiere del aporte de cada uno de los ciudadanos. Si queremos una mejor ciudad, este es el momento para contribuir.

La Municipalidad Metropolitana debe continuar liderando esta reforma, no puede dar marcha atrás. Tiene que prevenir las acciones violentas y dar seguridad, así como facilitar el traslado de los ciudadanos. Hasta propondría, con cargo a que sea inviable, que los buses sin uso del Metropolitano -luego de su respectiva evaluación y revisión- puedan ser puestos a disposición de los ciudadanos en vías principales de la ciudad para que, cobrando el pasaje usual de la calle, puedan ser usados por los habitantes de Lima en caso otro paro sea convocado. Esto se aprovecharía además para difundir el tipo de buses que se incorporarán a la flota, y se puede identificar y capacitar a conductores que, posteriormente, se incorporen al sistema del Metropolitano.

Pero, ¿qué hacer con las combis? Pues hay posibilidades de reconversión y quizá una de las más creativas sea la propuesta de Gastón Acurio: convertirlas en restaurantes móviles.

Si quieren saber un poco más sobre la movilidad en Lima Metropolitana lean el artículo “Inequidad y fragmentación: movilidad y sistemas de transporte en Lima Metropolitana”, escrito por mí en co-autoría con el sociólogo Pablo Vega-Centeno y el ingeniero Juan Carlos Dextre, que acaba de ser publicado en el libro “LIMA – SANTIAGO Reestructuración y Cambio Metropolitano” editado por la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chile.

Mariana Alegre Escorza
Coordinadora General Lima Cómo Vamos

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